jueves, 18 de agosto de 2016

SOBRE NACIONES


Escrito por Domènec Benet

"Las diversas religiones que existían en Roma eran todas consideradas por el pueblo como igualmente verdaderas, por el filósofo como igualmente falsas y por el político como igualmente útiles" 
E Gibbon. Historia de la decadencia y caída del Imperio romano.
(Citado por J, Álvarez Junco en Dioses útiles. Galaxia Gutenberg 2016)

La palabra nación tiene tantas acepciones que sirve para un fregado y para un barrido.
Siempre se podrá encontrar alguna acepción que sirva para calificar como nación a un colectivo humano determinado, sea el que sea. Si no es histórica, será lingüística, sino cultural. Y, si todas fallan, siempre se podrá recurrir a la voluntad colectiva.
El problema surge cuando se asocia el ser o no ser nación a tener o no tener unos derechos determinados. Especialmente derechos políticos. Y, más concretamente, derecho de autodeterminación.
Se podría clarificar si se conviniera en que sólo las naciones políticas tienen derechos políticos, pero se vuelve a liar cuando cualquier tipo de nación puede alegar el derecho a ser nación política.
Y no conozco ninguna vara de medir dónde empieza y dónde termina la nación política. (¿A partir de 100 años de nación histórica, o de 200, o de 50? y ¿por qué?. ¿A partir del 51% de hablantes de una lengua distinta, o del 25%, o del 75%? y ¿por qué?. Etc, etc, etc.)
Estoy de acuerdo con Adrià Casinos y con Lluís Roca y pienso que la nación política se debe aceptar únicamente para los estados constituidos y en el sentido que emana de la revolución francesa, de nación como conjunto de los ciudadanos de un estado de derecho.
En la confusión, ganancia de astutos. En la redacción del último Estatuto de Cataluña, los astutos defendieron que en el preámbulo se mencionara que Cataluña es una nación porqué esto no comportaba ningún derecho político. Con la bronca posterior, se ha alegado más de una vez a ésta definición para justificar el injustificable "procés".
Me identifico con el Tribunal Supremo del Canadá, que en su famosa sentencia viene a decir que en un estado constitucional, es decir, donde las leyes se han elaborado democráticamente, ningún colectivo, se haga llamar nación o no, tiene ningún derecho superior a los demás ciudadanos.
Y acepto también lo que dice a continuación, que si de acuerdo a las leyes vigentes en un territorio se demuestra de forma clara y continuada la voluntad de cambiar la relación con el conjunto del estado, ésta se ha de tener en cuenta.
Por tanto, pienso que no deberíamos caer en la trampa de basar el debate sobre derechos políticos a ser o no ser nación. Cómo siempre se puede sacar algún tipo de nación de la manga, los no nacionalistas siempre perderíamos.
Actualmente con las leyes vigentes, en España es posible defender cualquier propuesta política y, si se da el caso, mostrar de forma clara y continuada en el tiempo, su carácter mayoritario en un ámbito territorial determinado, para que sea tenida en cuenta por el conjunto del Estado.
Hasta la fecha, aquellos que proponen la separación de Cataluña no han conseguido la representación de los 2/3 del Parlamento para proponer una modificación de la ley que regula la relación con el resto de España. Cuando lo consiga y más de una vez, "Ja en parlarem!"
Acabo."Qui vulgui peix que es mulli el cul". No entiendo por qué razón los contrarios a una propuesta política han de apoyar a los que la defienden, Quien quiera un referéndum, un plebiscito o una consulta, que lo defienda, pero que no espere que los contrarios le saquen las castañas del fuego. Claro que no es lo mismo querer la separación que la pena de muerte, pero hay mil ejemplos más de peticiones que, por muy legítimas que sean, las han de defender los interesados.

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