lunes, 5 de septiembre de 2016

LEY DE CLARIDAD ( 3 )

Escrito por Doménec Benet

 Yo también entiendo que los separatistas (yo siempre uso separatistas o secesionistas porqué ésta es su pretensión, ya que ser soberanos o no ser dependientes lo queremos todos, o casi todos) están como unas pascuas con una parte de la cosa esta de Canadá y esta parte es la que cuentan. Pero en Canadá hay una segunda parte y es la que entiendo que debemos divulgar desde nuestras posiciones.

Para el separatismo, conseguir hacer un referéndum en unas condiciones mínimamente homologables democráticamente es un gran éxito. De esta forma consiguen el reconocimiento como sujeto político con derecho a la autodeterminación.

Cómo intenté explicar en mi correo anterior, ésto es lo que consigue el separatismo del Quebec con los dos referéndums, aprovechando resquicios legales que impidieron la intervención del gobierno federal. Está claro que esto es lo que se revindica desde el separatismo catalán.

Pero, como decía antes, hay una segunda parte y ésta empieza con la consulta al Tribunal Supremo del Canadá (TSC) (equivalente a nuestro Tribunal Constitucional) y acaba con la Ley de la Claridad. 

Con esta segunda parte se desmonta lo conseguido en la primera ya que el TSC niega el derecho de autodeterminación y sólo acepta la posibilidad de separación si se produce mediante una negociación entre el Gobierno Federal del Canadá y el de la comunidad secesionista, negociación que sólo se debe realizar si esta voluntad de secesión se ha manifestado de una forma claramente mayoritaria y sostenida en el tiempo.

La Ley de la Claridad es la traducción legislativa de esta sentencia. Aunque no ha sido aceptada por el separatismo, está vigente y desde su vigencia no ha habido más referéndums en Canadá. Pero lo más importante es que pone las cosas en su sitio y anula el auto-otorgado derecho de autodeterminación del Quebec. Esta parte es la que el separatismo catalán no explica.

Aquí también existe el derecho de expresión. Cómo ya hicieron el 27S del año pasado, los partidos pueden exponer el deseo de separación en su programa electoral y, cómo ya señalé en otro escrito, si consiguen los 2/3 del parlamento y, no sólo una vez, si no un par de veces seguidas, tendremos un problema que no habrá más remedio que afrontar. Pero esto es lo que se han de ganar ellos. Sin trampas.

La trampa es el derecho a decidir, ya que con esta argucia se pretende conseguir lo que consiguieron en Canadá con  los referéndums, el reconocimiento de sujeto de derecho de autodeterminación. Lo triste es que algunos que se dicen de izquierdas y contrarios a las separaciones, les rían las gracias y les faciliten el trabajo.


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